Caminando por el Himalaya (el principio del fin)

por Sergio Torres

Dia 9 y 10: Valle de Helambu

El final inesperado

Despues de continuar el vertiginoso descenso desde los 4700 metros, descenso que parecia no tener fin, hemos aparecido en un imponente valle abierto, verde, soleado, habitado, el valle de Helambu. Despues de tantos dias contemplando paisajes deserticos de alta montanya, salpicados por muy pocas pequenyas aldeas habitadas por casi ninguna persona, el contraste con un paisaje tan vital es impactante. Os parecera exagerado, pero he tenido la sensacion de nacer, de renacer, de volver a la vida.

El ultimo tramo de la bajada ha sido complicado pues las lluvias se han llevado parte del camino y otros estaban completamente marcados por profundos y peligrosos surcos. La dureza del recorrido se traduce en una necesaria adaptacion fisica y psiquica al recorrido, conscientemente pones el chip de ‘hay que sufrir’. La aparición en el verde valle ha sido brusca e inesperada, y tambien liberadora, el punto y final, la posibilidad de pasar a un formato menos sufrido y mas comodo, de disfrutar de un final relajado, el final esperado.

Una vez llegados al refugio del dia, hemos improvisado una pequenya fiesta, habia ganas de celebrar que estabamos llegando al final de un camino que hace mas de una semana se nos antojaba complicado. El licor ha sido una especie de aguardiente regional, y aunque la intencion era de fiesta grande, el cansancio acomulado era tal que no hemos pasado del segundo vaso. El primero nos ha levandato el animo y el segundo lo ha matado definitivamente. Asi que pronto nos hemos retirado a nuestros aposentos a descansar para poder disfrutar del dia de manyana, ultimo del trekking. Despues de compartir mas de una semana de camino se crea una especie de complicidad entre el grupo, al inicio perfectos desconocidos, y ahora eramos conscientes de que estos eran los ultimos pasos que dabamos juntos.

La manyana nos ha traido niebla pero ya poco importaba, al menos no llovia y podiamos encarar el ultimo tramo con un cierto relax, a pesar de las nada despreciables 7/8 horas de trayecto. Mientras caminaba mis pensamientos basculaban entre recordar los dias recien pasados, los momentos vividos y los paisajes disfrutados, y planificar los dias venideros, la vuelta a Kathmandu, visitar algunos pueblecitos del valle, desplazarme a Pokhara para conocer sus lagos y contemplar la majestuosa cordillera del Annapurna, dirigirme a Lumbini, lugar donde Budha se iluminó, muy cerquita ya de la India, donde cogeria un tren con destino Delhi, mas concretamente, su aeropuerto donde esperaria a que mi hermano y Manel llegaran. Y encarar el ulitmo tramo de este viaje, culminando con otro impresionante trekking en el Himalaya Indio.

Con esos pensamientos andaba yo los ultimos pasos del camino, satisfecho de estar donde estaba y muy ilusionado con los lugares y gentes con las que estaria en breve. Una sensacion de relax y despreocupacion me acompanyaban mientras charlaba tranquilamente con Evangelin sobre la ultima comida que habiamos realizado minutos antes y sobre la cena que nos ibamos a regalar como homenaje esa misma noche cuando llegaramos a la gran ciudad. Coincidiamos en que debiamos acabar de celebrar la gesta.

De repente todo esto perdio cualquier tipo de relevancia, de predominancia en mi conciencia y fue substituido por dos profundos chasquidos. El primero fue conocido, ya lo habia sentido otras veces, es el tipico crujido que se manifiesta cuando de tuerces el tobillo. Sabes que no reviste demasiada importancia, tan solo unos dias de inflamacion y una efimera microcojera, nada de lo que preocuparse. Pero el segundo chasquido que le sucede ya no es conocido, es algo mas profundo, doloroso y alarmante, toca la fibra, te llega al alma, el crujido lleva el mensaje de que algo serio acaba de suceder.

Esto acontece en una fracción de segundo, en un instante dificil de retener en la memoria, en un simple suspiro donde caben el destino de las cosas. Entre el resbalon y el impacto de la pierna con la roca, el primer y conocido chasquido y el segundo y mas intenso crujido, el grito de dolor, los lamentos, la cara de alarma de mis companyeros, pasan tan solo unos segundos, pero de una intensidad e importancia tales que podrian tratarse de vidas enteras. Y es que desde el primer instante fui consciente de que algo en mi pierna se habia roto y que mis planes de viaje, esos con los que bajaba alegremente acompanyado, se habian truncado. Aun no sabia de que forma y manera, tampoco cabe todo en un momento tan breve.

Estaba tirado en el suelo, rodeado de mis companyeros de trekking y de las gentes del ultimo pueblo que acababamos de atravesar. Todos querian tocar mi pierna, moverla, probarla, sacar su propia conclusion. El quorum fue unanime, tenia que ver con el tobillo, lesion muy habitual por resbalones en la montanya, y de eso ellos saben mucho mas que yo. Como era obvio que no podia cruzar el puerto de montanya que nos separaba de la localidad mas cercana donde habia una estacion de autobuses y taxis, la solucion elegida, tambien por unanimidad, fue mi evacuacion en moto por un camino de cabras. Aunque yo no lo tenia claro pues no estaba tan seguro que el problema fuera solo el tobillo, la unica alternativa posible era el helicoptero, que con un coste de 1000 dolares americanos no era viable economicamente. Asi que una vez pagada la cantidad del rescate, unos 40 euros, me monte en una moto tipo carrera con la que el piloto me aseguraba que llegariamos a nuestro destino en un maximo de dos horas. Mis companyeros mientras tanto continuarian la ruta acordada y yo les esperaria en la estacion de autobuses.

En los primeros 100 metros la moto se calo unas cinco veces y el conductor no paraba de tocar reguladores y mirar dentro del deposito de gasolina. Un mal augurio embargo mi alma, pero dadas las circunstancias y el estado de mi pierna me abandone a la suerte, a lo que el destino me tuviera reservado. Destino que decidio que esta evacuacion en moto se convirtiera en un autentico calvario de 8 horas interminables y respletas de calamidades variadas. Para empezar, el camino enfangado hizo que nos cayeramos en una curva, con tan mala suerte que la moto acabo encima de mi pierna afectada, creo que pudieron oir el grito de dolor incluso en la Laponia. Devuelta la moto a su posicion natural, subido en ella y cagado de miedo seguimos avanzando lentamente, con sucesivas patinadas que me ponian los pelos de punta. Cuando no era porque el motor se calentaba y habia que dejarlo enfriar era porque una corriente de agua monzonica se habia llevado un trozo de camino, o simplemente porque nos habiamos quedado atrapados en el barro. Las paradas se repetian para mi desesperacion ya que esto representaba un sube y baja interminable de la moto y tramos del camino recorridos a la pata coja. A penas avanzabamos y el cielo se cubria poco a poco de espesas nubes negras. Siendo consciente de que no nos librabamos de la que nos iba a caer encima en breve, mis planes mas optimistas pronosticaban que como mucho ibamos a tardar el doble de tiempo previsto, y si bien el agotamiento y el dolor de la pierna eran muy intensos, la luz del dia aun nos acompanyaria durante unas buenas horas. Pero este pornostico era precipitado y no tenia en cuenta una variable importante, variable que apareceria en forma de deposito de gasolina vacio. En medio de la nada y muy lejos de tan solo una misera gota de combustible, los moviles fuera de cobertura, seguimos nuestro trayecto. Cuando el camino apuntaba hacia abajo, subidos en la moto sin motor, cuando apuntaba hacia arriba andando como podia a la pata coja mientras el conductor empujaba la pesada moto. Y tan solo nos encontrabamos a mitad de camino de nuestro destino. En esos momentos mis pronosticos ya eran totalmente fatalistas y la preocupacion y alguna gota de miedo empezaron a aflorar. Andar a la pata coja durante quilometros sabiendo que aun quedaban muchos mas por delante requiere una fuerza psicologica considerable para seguir avanzando. Me pesaban como una losa los dias de trekking, el dolor profundo en la pierna y los primeros mordiscos en la rodilla de la pierna donde apoyaba todo el peso, precisamente la del menisco travieso. La situacion era surrealista y preocupante a la vez. Y crecio un puntito mas su intensidad cuando se rompio uno de los frenos, esencial para no despenyarnos al bajar las pendientes que se iban presentando.

Con las ultimos gotas de energia y a golpe de voluntad alcanzamos una casa desde donde el conductor pudo llamar a un amigo suyo para que nos trajera unas botellas de gasolina. Lo que en un principio iba a ser un momento de nada se convirtio en dos horas durante las cuales aproveche para contactar con mis companyeros que debian estar esperandome impacientes y preocupados en un pueblo no muy lejano. Pero no era asi. Al ver que tardaba tanto llamaron al pueblo donde resvale y les comunicaron que yo ya estaba en Kathmandu felizmente instalado en mi habitacion. Con esa informacion resolvieron cojer el ultimo autobus a la ciudad. O lo que es lo mismo, ya nadie me esperaba en ese pueblo cercano del cual ya no saldria ningun autobus hasta el dias siguiente, y el dinero que yo llevaba en el bosillo no me hacia sonyar con una noche demasiado placentera. Finalmente, ya de noche cerrada, aparecio el proveedor con dos botellas de gasolina, con las que el conductor puso en marcha la maquina, lanzandonos de nuevo al camino. No se cuantas veces tuve que subir y bajar de la moto por las pesimas condiciones de la pista, solo se que lo unico que tenia en mente era llegar de una vez por todas al hotel. Cuando por fin alzanzamos la carretera asfaltada me las prometi muy felices y proyecte decenas de veces la entrada del hotel en la oscura noche. La ruta hasta la ciudad se me hizo eterna, pero lo que encontramos en su interior ya fue puro espectaculo. Gasolineras tomadas por cientos de vehiculos que bloqueaban la carretera, garrafas de gasolina cambiando de mano a cambio de fajos de dinero, el ejercito controlando el acceso a los surtidores de combustibles. Un puro y autentico caos que se interponia en nuestro camino constantemente. Al parecer, el gobierno nepali ha dejado de pagar a la companyia petrolifera india que les suministra el combustible y esta ha amenazado con cerrar el grifo inmediatamente. La noticia ha corrido como la polvora y la ciudad se ha sumindo en una especie de panico, en medio del que me encontraba yo subido en una moto, autenticamente exhausto y agotado, y con algo roto en mi pierna.

Despues de sortear algunos atascos, llegamos al barrio del Thamel donde se encontraba mi hotel. Me esperaban Carlos, Bimshem y Angeline, preocupados. Me llevaron a cenar a un restaurante cercano al que casi no llego por falta de fuerzas. Cenando les explique la historia del viaje en moto y se quedaron algo mustios, creo que se sintieron culpables por no haberme esperado en el otro pueblo. Intente indultarles pero se resistieron mucho y yo ya habia tenido bastante por ese dia, asi que les pedi que me llevaran al hotel para, por fin, poder descansar. Fue tomarme unos antiinflamatorios, caer en la cama y entrar en un profundo suenyo.

Al dia siguiente, muy temprano por la costumbre adquirida en la montanya, me levante y al poner el pie danyado en el suelo supe que algo no funcionaba bien. Me duche como pude, pedi un desayuno y espere a que Carlos y Bimshem aparecieran a media manyana para llevarme al hospital. Una vez alli, en una sala de urgencias tan precaria como os podais imaginar, me atendio un doctor bien simpatico que focalizo toda su atencion en mi tobillo a pesar de mi insistencia en que el punto de dolor mas intenso se encontraba en algun lugar entre el tobillo y la rodilla. Accedio a hacerme radiografias en ambos lugares, esos si, en alguna clinica donde tuvieran generador, pues el hospital se encontraba, como el resto de la ciudad, sin electricidad. Me montaron en un taxi y me pasearon por un sinfin de clinicas, hasta que porfin encontramos una con el preciado generador. La clinica no pasaba de ser un cuartucho con un aparato de rayos X antiquisimo. La técnica me pidio que me tumbara en la camilla, leyo el informe medico y se dedico a observar unos posteres en los que estaban dibujadas las posturas necesarias para radiografiar cada punto en concreto. Ver como rotaba la cabeza al mas puro estilo ninya del exhorcista no me dio mucha confianza y la cantidad de veces que me pidio que cambiara de posicion no ayudaron a recuperarla. Hicieron falta cinco radiografias, que de vuelta al hospital, el doctor comunico que no eran de buena calidad ya que la potencia del generador no era la adecuada, pero aun asi se arriesgaba a emitir el ansiado diagnostico:

Rotura limpia de perone con riesgo de desplazamiento si no se escayolaba de inmediato mi pierna. Tiempo de convalescencia de dos a cuatro semanas de reposos y escayola.

A partir de ese momento ya sabia a que atenerme, la cosa iba en serio. Le di las gracias al doctor, rechazando la escayola pero aceptando a cambio un vendaje compresivo y una especie de protesis inmovilizadora.

Mis amigos me llevaron al hotel, me aprovisionaron de agua y comida, para dejarme meditar sobre mi futuro inmediato. No me canse de agradecerles lo que estaban haciendo por mi, pero aun asi me parecia que me quedaba corto. Estar en esa situacion en un lugar lejano y extranyo no es agradable y ellos me estaban haciendo una companyia inmejorable.

Y si hasta ese momento mi peor augurio habia sido no poder hacer el trekking planeado durante tanto tiempo con mi hermano y Manel en la India, a partir de la noticia que acababa de recibir la cuestion paso a ser otra, que hacer a partir de ahora, ¿que decision debia tomar?.