Cagadito llegué a Cuenca

por Sergio Torres

Hola compañeros y compañeras de viaje,

Hoy os escribo desde Cuenca, una ciudad bien chevere al sur de los Andes Ecuatorianos. La calle que diviso mas alla del monitor me recuerda al Madrid castizo, casitas blancas con balcones, contraventanas y vigas de madera. Aqui he provado mi primer ceviche, una especie de gazpacho sin licuar y con millones de gambas flotando, riquisimo y refrescante. Ahora mismito vengo de una universidad donde estan celebrando la Semana de la Lucha contra el Sida, que empezo el dia 1 de Diciembre, el dia que aterricé en esta tierra. Conciertos de punk ecuatoriano y mucha gente joven volcada con los temas del Sida y violencia de genero. Hasta allí me ha llevado Pablo, el segundo de mis compañeros cooperantes que conozco esta semana, chileno de mi edad que gentilmente me vino a recoger al aeropuerto del que he salido cagado por las patitas abajo. Solo han sido 35 minutos, el viaje mas corto que nunca habia hecho en avión y que se ha convertido en el peor de mi vida. Pero antes de salir de Quito, por la mañana tempranito, conocí a Ana Teresa, que junto a un servidor y al chileno Pablo formamos el equipo de prevención del VIH/Sida en el país. Ella es dominicana, mayor que yo, vive en Quito y colabora con el Ministerio de Sanidad. Me ha cojido de la mano y me ha dado mi primer paseo con cara y ojos por la ciudad, desde que he llegado solo he caminado por la avenida que va desde mi hostal a las oficinas de la organización. Y por fin el día amaneció despejado y con un calor tremendo. Hasta ahora habia hecho frio. Aun me cuesta entender que aquí no hay estaciones y que en todo el ciclo de un año la luz solar solo varía en 20 minutos. Los cambios de estacion se producen cotidianamente, en un mismo dia puedes salir a la calle abrigado y acabar en camiseta de manga corta y deseando arrancarte los pantalones a mordiscos. Verano e invierno en menos de 24 horas, es el clima de la Sierra. Otro día os hablaré de la diferencia entre la Sierra y la Costa, división critica a todos los niveles del país. Durante el paseito, Ana Teresa me ha ido explicando las lindeces de la politica, la corrupcion descomunal que por lo visto el gobierno Correa esta intentando atajar con no muy buen resultado (ahora por lo menos los puestos de funcionarios ya no son hereditarios en Ecuador) y las dificultades del trabajo en temas de Sida por falta de implicacion de la administracion aun habiendo recursos para hacer cosas. Con un heladito hemos cambiado de tercio y hemos estado hablando de las cosas del cooperante, todo un submundo. Tan a gustito estabamos que se me ha hecho tarde y al primer taxi que he podido parar le he dicho ‘por favor, rapido al aeropuerto que pierdo el vuelo’. El tio se ha lanzado como un jodido kamikaze por el carril bus, por donde por supuesto no podia circular, mientras me enseñaba el carnet por puntos y me decia que todavia le quedaban 27. Yo le iba diciendo que estupendo y que me gustaba mucho como conducia y el me contestaba, mientras se tocaba la entrepierna generosamente, que era una cuestion de huevos, que en Ecuador no puede funcionar el carnet por puntos, que mientras no arrolles a alguien todo se soluciona a base de testosterona. Aunque ya estaba pagado su orgullo por tal hazaña le he dejado el cambio y para agradecermelo me iba gritando desde la ventanilla del taxi mientras yo corria hacia la entrada de la terminal de vuelos domesticos. Correr para nada porque el vuelo llevaba una hora y media de retraso. Depues de la tediosas espera, ya que la terminal no era mas grande que dos veces el comedor de casa de mis padres, nos hemos subido al pequeño avión y a despegar que sobra pista. Cinco minutos en el aire y el avion ha empezado a pegar unos botes impresionantes, parecia que se iba a romper. De mis manos salian geisers de sudor mientras apretaba con toda mi alma los apoyabrazos del asiento. Botes y mas botes, la tripulación de cabina con el cinturon puesto. Caidas al vacio, el avion se ladeaba, mi compañero de fila blanco como la cera. Le he enseñado como me tenblaman las manos sin acompañar el gesto con palabra alguna y el me respondia afirmativamente mudito de miedo. Han pasado varios minutos y parecía que habíamos dejado atrás las turbulencias. Mi compañero y yo hemos recobrado el habla, y a mi torpe pregunta de si era normal volar en el Dragon Kan por estar en zona montañosa de los Andes, me ha contestado que llevaba haciendo ese recorrido una vez por semana durante años y sin duda era el peor viaje de su vida con diferencia. Dicho esto el avión se ha precipitado durante unos segundos inacabables al vacio, las azafatas han guardado el carrito de las bebidas y han vuelto a ponerse el cinturón de seguridad mientras el piloto nos pedia calma e inmovilidad. Hemos empezado el descenso a bote y bandazo limpio y cuando ha aparecido la primera visión de los verdes campos andinos y de la ciudad de Cuenca el avión nos ha regalado los movimientos más bruscos. He tenido ganas de llorar. Casi en tierra el avión se balanceaba más que preocupantemente y por la ventanilla veia un momento la pista de aterrizaje y en el siguiente las cimas de las colinas que rodean la ciudad. Pero como siempre el avión ha aterrizado, eso si en medio de un silencio sepulcral solo roto por la voz de la azafata diciendo’ pueden desactivar los toboganes de emergencia’. Esta última frase ha certificado la gravedad del asunto. El de la cara de cera, que seguro que a mi lado parecia alguien que se echa buenas horas extras en los rayos uva, me ha asegurado que eso no era ni mucho menos habitual y que podia coger con toda calma el avión de vuelta el sábado a Quito, ya que le había jurado y perjurado 10 veces por segundo que yo no me volvía a subir en una maquina infernal voladora como esa. La conversación ocurría mientras bajaba del avión escalón a escalón, como un abuelo, agarrado a la barandilla pidiendole a mis piernas que, por favor, me sostubieran un ratito más.  Fuera me esperaba Pablo y unas risas me han devuelto el pulso normal y la fuerza en las patas.

Es una sensación única el miedo a volar y envidio a todos aquellos y aquellas que leen, conversan, duermen  o simplemente descansan impavidos e felizmente ignorantes de los miedos y temores que me asaltan a cada momento. Cómo el tema del pavor volador ha sido y seguro seguirá siendo uno de los ejes transversales de este blog (todavía me quedan 4 vuelos en menos de 10 días) os dejo aquí un articulo escrito por el gran Gabriel Garcia Marquez, otro timorato del avión:

http://www.sololiteratura.com/ggm/marquezseamosmachos.htm

Ahora espero a que me venga a buscar Pablo con otra cooperante de la ONG y juntos nos iremos a tomar unos tragos llamados ‘canelazos’, típicos de la región y de una pegada considerable. Mañana por la mañana me entrevistan en una radio y el resto del día reuniones y más reuniones, para llevar solo tres días he trabajado más que en los últimos meses juntos. Pero estoy muy contento de estar aquí.

Benvienidos a todos y todas, y muchas gracias por vuestros mensajitos y comentarios.

Como bien dice Juan, el día que lleguen las nubes a tapar el sol de la nueva experiencia los necesitaré como agua de Mayo.

Gracias por estar ahí.