Varios aviones después

por Sergio Torres

Hola a todos y todas,

pués tiene razón Juan cuando reclama la omisión del vuelo de vuelta de la serrana Cuenca. No solo de sustos de infarto vive el fóbico a los aviones. Os confesaré que los poderes paranoicos que me asaltan al pisar una máquina voladora enriquecen con un cariz tempestuoso mis relatos de viajes aereos turbulentos. Varios vuelos después del angustioso aterrizaje en Cuenca he comprobado un par de cosas que me van a tranquilizar un poquito: Primero y más importante, por acá después del aterrizaje siempre anuncian el ‘desconectar rampas de emergencia’ , incluso en los viajes más placidos. Segundo y no menos importante es que si hay un viaje normal y previsible por estas latitudes es aquel turbulento por definición. Sobrevolar los Andes resulta algo agitadillo, los aviones son chiquitos y el movimiento es sabrosón. Siempre. No he asistido a una rutina tan habitual como es el intentar estabilizar la maquina antes del aterrizaje, en ningún sitio. La maquina voladora que hoy me ha transportado turbulentamente desde Guayaquil a Quito tenía goteras.

Y de la calurosa, sabrosona y caótica Guayaquil vengo. El contraste  con la Sierra es tan evidente como entre un pueblecito de los pirineos y los Caños de Meca. Solo bajar del avión me impregnó un aire caliente y humedo que me transportó inmediatamente al momento en el que puse mis pies en Bombay. El clima es muy similar, el movimiento loco de coches y peatones prácticamente identico y el ruido de unos decibelios equivalente. Pero en Bombay no sonaba salsa, bachata y reggeton a toda pastilla en cualquier lugar. La música envuelve un paisaje decadente, edificios destartalados que añoran los vivos colores que un día vistieron sus fachadas. Miseria, contaminación y algo de suciedad completan la postal. Quito es más ordenadita, menos sucia aunque igual de contaminada. Son dos ciudades completamente diferentes.

Pero si algo me ha cautivado de la ciudad de Guayaquil, más allá del ambiente portuario que se respira es la calidez de la gente.

El taxista que me llevó del aeropuerto a mi primera reunión en la capital del Guayas debía tener más de 70 años, tocado con un sombrero panamá y vestido con traje de lino blanco parecía salido de un retrato de la Vieja Troba Santiaguera, escuchando sus boleros en una radio que parecía emitir desde un lugar lejano en el tiemp0. El viejito me introducía a los soneros y las diferentes versiones de bolero que se manejan mientras yo admiraba por la ventanilla del carro una postal autenticamente tropical.

Una vez finiquitada la única reunión del día, cuando ya caía el sol, me dirigí al hotel, dejé mis mochilita y me lancé a conocer el centro de la ciudad. Nada del otro mundo, poca cosa que ver. El autentico placer fué sentarme en el banco de un parque abarrotado de gente disfrutando de la brisa del atardecer a orillas del pacífico. La sensación de relax y placer me transportó a esos anocheceres veraniegos a orillas del mediterraneo, cuando la brisa marina calma el intenso calor del día. Amaneció temprano y de conversación en conversación, envuelto en un ambiente de sauna, me planté en el aeropuerto de la ciudad, donde me esperaba mi avión de regreso, esta vez un vuelo soportablemente movidito (el de las goteras).

Hoy, felizmente aterrizado en Quito, encaro mis últimas horas de orientación y mi último fin de semana en la ciudad en un tiempo considerable ya que metropolis más cercana y de referencia para mi será la costeña guayaquil.

El programa de orientación de hoy contenía agradables sorpresas. He tenido la gran suerte y el placer de ser el anfitrión de una persona sabia que me ha regalado una guía detallada y personificada por las salas del museo de historia de la ciudad. Ha sido todo un placer dejarse llevar por sus explicaciones y navegar con buen timón por los recorridos históricos de estas tierras, empezando por la llegada de los primeros habitantes desde Asía, a través de lo que ahora conocemos como estrecho de Bering que entonces unía al continente asiático y al americano, hasta la asimilación de las diferentes tribus y culturas por el imperio Inca. Hemos corrido un tupido velo sobre el periodo de la colonización hispánica, paseo histórico que hemos pospuesto decorosamente para otro día con más tiempo. Aun con los últimos restos arqueologicos preincaicos en mi retina he llegado a las oficinas donde me esperaba uno de los líderes de la comunidad indigena ecuatoriana. Son muchos los pueblos indigenas del amazonas, de la sierra andina y de la costa dispersos en un gran territorio, con diferencias culturales notables pero que se intentan organizar para influir en políticas que reconozcan y resperten sus derechos, potenciando y validando su cosmovisión como un camino alternativo al hegemónico por el que transcurre el devenir de la humanidad acutualmente, pero con la clara intención de adaptarse a los nuevos tiempos y sus avances. La conversación ha sido más que interesante y el espejo de una cultura totalmente diferente donde mirarse ha resultado deslumbrante. Un día futuro nos volveremos ha encontrar en Quito para seguir charlando y aprendiendo.

El transcurso de la mañana me ha dejado la vívida sensación de haber asomado mi mirada a un pozo de sabiduría e historia impresionante,  paisaje que pienso seguir oteando en los momentos que tenga la oportunidad. Esta fué una de las razones por las que decidí venir al continente Americano, para conocer su historia y actualidad, y no pienso perder la oportunidad ahora que la tengo mi alcance.

El momento de mi llegada a Vinces manda en mi consciencia, tengo ganas de saber donde viviré no sé cuanto tiempo y de entrar en mi departamentito a amueblar.  En ese momento el viajero pasará a un segundo lugar y dejará el lugar hegemónico al cooperante, al trabajador. Aunque todavía me queda disfrutar del fin de semana que se avecina, aun no se donde me llevará. El clima no invita a subir montañas, ahora llueve y lo lleva haciendo todas las tardes en los últimos días. Creo que me lanzaré a hacer excursiones cortitas por la ciudad y quizá me desplace al centro geodesico de la Tierra, el lugar donde una expedición francesa cientifica, hace varias décadas, decidió horgullosamente establecer el punto exacto de la mitad del mundo, aún cuando pueblos indigenas ya lo habían marcado siglos atrás.

Por cierto, he descubierto la manera de contestar a vuestros comentarios ¡¡¡ Asi que ahí las he dejado, algo desordenadas pero no se como hacerlo mejor.

Muchos abrazos desde Ecuador y hasta prontito.