Una hamaca y un volcán

por Sergio Torres

Hola a todos y todas,

Os escribo desde un hostalito de Baños, un pueblecito turistico que descansa en la falda de uno de los volcanes activos más imponentes de la zona, el Tunguragua.

Vocan Tungurahua entre nubes

Vocan Tungurahua entre nubes

Tumbado en mi hamaca, la que encuentro solo salir de la habitación, justo en una esquinita del jardin, voy viajando por los hechos de estos últimos días.  Han sido intensos, nutridos en nuevas experiencias, generosos en nuevos estimulos, exigentes en capacidades a poner a prueba,  floridos en dudas, escasos en descanso, pírricos en reflexión productiva, laberínticos en las fluctuaciones del sentir.

Era necesaria una pausa, se imponia un descanso.

Y en el camino aparecieron una hamaca y un volcán.

El volcán me ha inspirado con sus impresionantes rujidos, salvajes, imponentes, totales. Nunca antes había estado tan cerquita de un volcan activo que tan solo hace 9 años obligó a evacuar el pueblecito desde el que os escribo durante nada más ni nada menos que 4 meses, a los que hay que sumar los que vinieron acompañados de la reconstrucción. Y es que cuando el gigante alza su voz tiembla la tierra, se estremece la vida. Impresiona y acongoja sentir la fuerza de tanta energia en ebullición, energia inhumana, inconmensurable. Pero lejos de provocarme miedo, como sería lo lógico pensar, estar justo al ladito de este coloso invencible, me tranquiliza, me calma, me relaja. Os mentiría si os escondiera el ligero

Volcán El altar echando humo

Volcán El altar echando humo

estremecimiento que provoca su trueno infinito, esos segundos en los que parece que todo se hiela, el tiempo, la respiración, la vida, como ante una voz de mando incontestable, como ante el mandato de un dios todopoderoso. Pero poco después la tensión del momento se relaja y da paso al ritmo normal de las cosas, lo cotidiano se abre paso ante el momento extraordinario. El tiempo vuelve a caminar, la vida a palpitar, la respiración a fluir.

Creo que el volcan, en su incomensurable grandeza señala nuestra fragilidad, subraya la importancia de la vida en cada momento, nos libera de lo superfluo, pensamientos que no resisten uno solo de sus rugidos, nos avisa de nuestra mortalidad para devolvernos al poco el impulso vital.

La hamaca ha colaborado con su movimiento oscilatorio, con su mecer suave, con su susurro imperceptible. Me ha transportado a un ritmo más sostenible, a un dulce conformismo, a una sensación de paz. Y he viajado en el tiempo, he conectado con momentos de paz y tranquilidad. Y he deseado quedarme, he ansiado reposar en este momento largo tiempo, quedarme en mi hamaca acompañado del gran volcán.

En fin, buen final para mis primeras vacaciones ecuatoriales.  

Volcan Chimborazo, 6100 m.

Volcan Chimborazo, 6100 m.

El día 24, huyendo de la presión a la que me estaban sometiendo mis compis de trabajo para que pasara las navidades en Vinces, hice mi mochila y me lancé camino de los Andes, cercanos y altivos, mira puesta en la Avenida de los Volcanes, uno de los lugares con más actividad sísmica del mundo y punto de encuentro de innumerables montañas escupidoras de lava, humo y cenizas.

 

Y allá abrí los ojos el día de Navidad. Bueno, lo de Navidad es un decir

Carnaval navideño

Carnaval navideño

porque lo que presencié parecía más bien un carnaval que el nacimiento del niñito jesusito. Por estas latitudes han cogido la cristiandad, le han puesto máscaras y ritmos tropicales, y como acá todo lo que sea cuestión de celebrar es francamente bienvenido, pues a celebrar la Navidad se ha dicho y busca tu el pesebre a ver si lo encuentras. Ellos me aseguraban ‘si,si amiguito, esto es la Navidad‘ a lo que yo respondía ‘pues voy a ir reservando hotel porque no me pierdo los carnavales‘. Joer con los ecuatorianos, que bien que se lo montan los jodios. Como les va la jarana.

Carnaval navideño

Carnaval navideño

 

 

 

Patidifuso y alucinado iba yo por las calles de Riobamba, una ciudad bien linda y montañera, cuando encuentro ante mi un tren. Al loro !. En Suramérica la verdad es que los trenes triunfan menos que los Mili Vanili. Autobuses kamikazes todos los que quieras, pero vías férreas pocas y las que quedan tienen exclusivamente fines turísticos. Recuerdo que en Argentina el único tramo de ferrocarril

Carnaval navideño

Carnaval navideño

existente es el Tren de las Nubes, el recorrido en locomotora más elevado del mundo, con permiso de los que se consideren igual, ya que me encontré un slogan idéntico en Nepal, a saber tu quien tiene la razón. Pero el de Riobamba no iba de altitudes sino de demonios. A la Nariz del Diablo te lleva. Ojú que miedo. Pues yo que me compro un boleto y al día siguiente, aun con la resaca de la carnavalesca navidad retorciéndome la neurona, a las 6 en punto de la mañana me monto en todo lo alto del tren dispuesto a verle la nariz al mismísimo diablo. La euforia inicial se fue apagando poco a poco debido a la hora larga de retraso con la que partió el desvencijado tren. La lluvia vino a poner una pincelada agorera a la aventura. Menos mal que en Ecuador, hasta a 3000 metros de altitud, el frío es de mentirijilla, porque si llega a hacer frío en el techo del tren no queda ni el revisor. Pero la Lonely Planet dice que tienes que ir arriba, así que todo el techo lleno de guiris en remojo, cámara de fotos en mano, preparados para cazar la instantanea que aparece justo en la contraportada de la guía. Que penita que damos a veces. Como los vendedores ambulantes que nos pisaban las manos intentando vendernos cualquier cosa nos vieron un pelín aburridos e impacientes decidieron, desinteresadamente, darnos una lección sobre economía ecuatoriana. Sentaron catedra, ciertamente. Antes de las primeras gotas de lluvia dos impermeables de papel de fumar se cotizaban a un dólar, justo después un impermeable valía dos dolares. Ya lo venían diciendo hacía rato, ‘señores, se acerca la lluvia‘, pero por no soltar el dólar los guiris acabaron pagando la inflación relámpago. Y aquí no vino ningún gobierno a salvar la economía. Yo por mi parte, previsor que es uno, llevaba mi superchubasquero made in Nepal, una inversión segura. 

en el tren

en el tren

Por fin el tren arrancó dando unos silbidos demoniacos y totalmente desafinados rumbo a la Nariz del Diablo. La primera hora estuvo bien, la segunda no estuvo mal, la tercera fue algo incomoda pero a la cuarta quería tirarme de cabeza al páramo andino. Y es que nadie me había dicho que el viaje duraba la friolera de siete horas sin contar descarrilamientos. Aunque me parece que no era el único pues antes de la lejana parada para la meadilla de rigor estaba todo el techo del tren sembrado de gente intentando volver a articular correctamente sus rodillas. Los paisajes andinos son una autentica maravilla y eso lo cura todo, así que buen humor, alguna siestecilla y a hablar con el vecino. Conocí a una pareja peruano-holandesa con la que fui matando el tiempo y el incipiente aburrimiento, hasta que de pronto, después de algunos amagos de impacientes viajeros voceando ‘esa es la nariz del diablo‘ a lugares que parecían más la nariz de Mr. Potato, el revisor da la voz de alarma. Estábamos llegando. Menos mal porque yo ya no podía tragar más cantidad de efluvios combustibles expulsados por la chimenea de la locomotora diésel, sentía que me envenenaba por momentos y que más que al diablo iba a ver al dragón de colores.

 

En ese momento la cosa se puso seria. Entramos en una montaña con una pared prácticamente vertical donde había cavado un surco que daba justo para que pasara el tren, y cuando digo justo me refiero que asomando la cabeza fuera del perímetro del vagón no veías tierra a menos de 100 metros de distancia en dirección caída mortal. El precipicio es impresionante y la sensación de vértigo total. Duró un buen rato ya que el diablo resulta que tiene la nariz bien grande, y vuelta tras vuelta íbamos descendiendo entre tabique y aletas. Al llegar abajo, alivio y fotos recuerdo del hito conseguido.

 

Yo ya había tenido suficiente por el momento, así que me fui con la parejita

Paisaje andino

Paisaje andino

 feliz dirección Baños,  donde encontré mi volcán y mi hamaca y desde donde os escribo estas lineas antes de partir de nuevo a Vinces a retomar el puso de la realidad de proyectos y realismos mágicos variados, lejos de las montañas y los volcanes andinos.

 Por cierto debo publicar una fe de erratas como un piano ya que no solo el prefijo que os pasé no era el correcto sino que el número de celular no era el mio. Que cabeza la mía ¡ 

Este, ya chequeado, es el definitivo:  

0059386584204.

Abrazos desde la Mitad del Mundo.